6/8/09

Suicidio nº 47

La Princesa de Granito

La nieve caía suave y ligera, posandose con cuidado sobre todos los rincones del parque. Aún era bien de mañana, así que los niños todavía no habían pasado por allí a jugar con los columpios y a tirarse bolas de nieves.

Ese era el momento que más le gustaba a la estatua que se erguía firme y soberana en mitad del parque. Representaba a una antigua doncella, con una rosa en la mano derecha, y con la izquierda posada en su delicado vestido de seda, con los cabellos largos hasta la cintura, una hermosa tiara sorbe su cabeza, que destacaba por unos labios carnosos y una mirada penetrante, aún estando hecha de piedra.

Las abuelas del pueblos contaban a sus nietos, que aquella era la imagen de una mujer que antaño había vivido cerca de allí, se había enamorado de un joven apuesto y supuestamente rico, que la había habandonado, robándole todo su dinero. Ella no quería creer que su amor hubiera jugado de aquella manera con ella, así que arrancó una rosa de su jardín, hiriéndose en la mano, y dejándo un reguero de sangre, hasta aquel mismo lugar, donde ahora se encontraba el parque. Se sentó a esperar a su amor durante horas, que se convirtieron en días, luego en meses, y más tarde en años. La mujer murió, cuando su corazón comprendió la verdad, que su inocencia había sido la causante de todo aquel dolor. Se suicidó, y sus padres, al ser tan ricos, habían encargado aquella estatua en su memoria, para que ninguna mujer volviera a sentirse engañada de aquella forma, para que abrieran los ojos ante cualquier hombre que le intenta seducir con palabras tiernas y falsas promesas de amor.

Por supuesto, la estatua era cierto que llevaba allí muchos años, pero nunca supo a ciencia cierta a quién representaba. Simplemente se sentía orgullosa de ser una doncella de piedra tan hermosa. Había quién se paraba mientras caminaba con el parque, sólo para contemplarla. Cualquier soñador, se sentaba horas delante suya, esperando que aquellos tiernos labios cobrasen vida de un momento a otro, y ellos pudieran besarlos. Le gustaba, en definitiva, ser el centro de atención. No le gustaban los niños que por ahí paseaban, pues muchas veces pegaban sus chicles en su vestido, o pintarrajeaban la base donde se encontraba, con palabras soeces, o simplemente con ñoñerías de enamorados.

Como ibamos diciendo, el momento que más le gustaba a esta estatua tan vanidosa, era justo cuando la nieve fresca acababa de caer, pues le daba un aspecto angelical, casi divino, con toda aquella nieve refulgente, gracias a que el sol contribuia a enviar su luz a pesar de gélido tiempo. Todo estaba tranquilo, apacible, ella podía regodearse en su hermosura, a pesar de que no hubiera nadie para verla. Saboreaba el momento en el que el primer vecino pasara por delante suya, y le enviase una mirada de asombro, al ver lo bella que estaba esa mañana y lo impoluto del reino níveo en el que se convertía el parque tras la caía de la nieve Luego, para su desgracia, llegarían los niños a los columpios, aplastando la nieve que se aferraba el césped, levantando montones de tierra junto a los proyectiles que se lanzaban, y que en ocasiones impactaban contra la propia estatua. No le gustaba aquello, a pesar de lo que muchos pudieran pensar, la roca si que siente el frío y el calor como cualquier otro, y sobre todo, si un millar de bolas de nieve al mismo tiempo, caian sobre su cabeza.

Pronto, dejaba atrás su fantasía de reina de las nieves, para pasar a la Primavera, donde el parque era un festival de olores y colores luminosos y brillantes. Cuando empezaba la primavera, se celebraba una gran fiesta en el parque, donde se llenaba todo con más flores, y se hacía una feria, donde los niños comían golosinas, y la parejas podían expresar su amor en cada esquina. A la estatua la engalanaban con muchas flores y telas, para que estuviese también muy hermosa, como las flores. Eso le llenaba de júbilo y alegría, aunque pronto desaparecía, cuando los pájaros regresaban de su emigración, y volvían a tomarla por un poste de teléfono, dejándola hecha un verdadero asco.

(PRIMERA PARTE, EN CONSTRUCCIÓN LA SIGUIENTE)

Del puño y letra de Phoebe
By Sylvia