31/10/15

Suicidio nº 439

El origen de Halloween


He decidido investigar por la fiesta, que está triunfando por todos lados, y que esta noche obligará a millones de personas a disfrazarse de forma horripilante, la fiesta de Halloween. Resulta que en nuestra mente y en nuestra retinas siempre hemos asociado la fiesta de halloween con una tradición estadounidense, pero sin ir más lejos, resulta que aquí en europa, en el viejo continente comenzó una tradición que luego fue peregrinando hasta estados unidos, hasta convertirlo en la fiesta con la que hoy en dia convivimos.

Resulta, para mi sorpresa, que el origen viene del pueblo celta, que nació originariamente en asia y se estableció años más tarde en la europa occidental. Los celtas iniciaban el año el día 1 de noviembre, con lo cual, la fiesta del día 31, era muy importante para ellos (nuestra nochevieja actual) lo llamaban Samhain, era una fiesta pagana, y años más tarde, los católicos se la apropiaron.

Para los celtas se trataba de una noche mágica, donde celebraban que su principal dios, padre de los hombres y señor del mundo, se reunia con la reina de los espectros, la unica diosa en la cultura celta. La versión de esa pareja para los irlandeses eran Morirían y Dagda; en las Galias (Francia) se llamaban Sucellos y Herecura; y en Hispania, Endovellicos y Ataicina. La cita amorosa tenía una consecuencia importante, pues la diosa le proporcionaba a su amado los secretos para salir victorioso en la próxima batalla mítica.

El 31 de octubre es una fecha asociada con los muertos, las almas en pena, las brujas y los hechizos. Estas características se deben a su cercanía con el día de los difuntos, que originó la iglesia católica y que se conmemora el 1 de noviembre.  Como en otros festivales de año nuevo, en esta fecha los muertos volvían a estar entre los vivos. Los celtas hacían sacrificios humanos y de animales, en honor al dios Samhaím, señor de la muerte.

Durante la ceremonia del 31 de octubre los celtas se disfrazaban con las pieles de los animales sacrificados para sacar del pueblo a los demonios que los visitaban y poder regresar a la normalidad al día siguiente. Con las cenizas y restos de los sacrificios hacían un rito para conocer el futuro de los siguientes meses.

En Estados Unidos comenzaron a celebrar esta fecha las pequeñas comunidades de irlandeses católicos a mediados del siglo XIX, ya luego entrado el siglo XX ( el de la comercialización ) se esparció la tradición al resto del planeta, entre ellos Puerto Rico.

Cuando el emperador Constantino decretó que los habitantes de su imperio se convirtieran al cristianismo, muchos ritos paganos se introdujeron. Fue así como el festival de Samhain se infiltro.
Hacia el siglo VIII, la Iglesia Cristiana convirtió el día 1 de noviembre en el día de Todos los Santos para rendir homenaje a todos los santos que no tuvieran un día particular de celebración. A lo largo de los años, estos festivales se combinaron, y la mayoría llamó "All hallowmas" (la masa de todos los santos, de las personas santas) al Día de Todos los Santos. La noche anterior se conoció como "All Hallows Eve" (Víspera del Día de Todos los Santos). Con el tiempo, su nombre se convirtió en Halloween.

y así, amigos, no podemos decir que nos encontramos ante una festividad que nos es indiferente, ya que no forma parte de nuestra cultura. Si forma parte, aunque realmente, se haya ido perdiendo en el tiempo, y solo en algunas partes del mundo, sea todavía fiesta nacional. De hecho, en méjico también utilizan disfraces y cosas para celebrar la víspera de todos los santos, pero muy propio, muy específico, y eso me parece maravilloso.

¡¡Feliz Halloween!!

20/10/15

Suicidio nº 438

Echo mucho de menos tener otra vez alguien así a quién querer.
Un conejo no es solo un peluche con vida, es una mascota, un amigo que te quiere, que te cuida y te entiende si estás mal, te da apoyo mental, te da besos y quiere que la acaricies sin parar.
Echo de menos a mi bichito.






17/10/15

Suicidio nº 437

Empatía


1. f. Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados


Pues eso. ¿Difícil? No lo creo, es cuestión de cambiar de piel unos segundos, y pensar diferente. Pues en ocasiones puede parecer vamos... imposible. ¿Sabéis que eso es lo que diferencia a los psicópatas del resto de seres humanos? Hacen daño a otras personas física y mentalmente porque no tienen la capacidad de tener empatía con nadie, no saben el dolor real que causan, ni si quiera después se arrepienten, porque para ellos, es lo que tenían que hacer. ¿Que os parece? Por lo menos curioso, ¿no? Pues ya sabéis. Si no tenéis empatía, sois unos psicópatas. Y ya está. No hay que ser tan radical, pero a veces es la única forma de que espabilen.

13/10/15

Suicidio nº 436

LOS AMANTES DEL POZO

Se encontraba en una encrucijada en la vida. No sabía si suicidarse o simplemente desaparecer del mundo, porque total, a nadie le importaba su existencia. Era una decisión complicada que sin duda le acarreaba muchas dudas morales. Quitarse la vida no era lo más conveniente, pues no podría seguir adelante con su existencia, y claro, eso era un obstáculo viese por donde se viese. Siempre podría hacer una maleta modesta con sus pertenencias más importantes y caminar hacia un destino incierto. Total, siempre podría matarse más adelante.
La maleta apenas era una mochila liviana. El chico miró el interior indiferente. Las gafas de vista, la cartera y una pequeña libreta en blanco con un bolígrafo. Una muda limpia, como siempre le recomendaba su madre, y un reloj sumergible. El reloj no era un regalo ¿Quién le iba a regalar algo a él? Nadie.
Se puso a meditar. A nadie le importaba que se fuera. No quedaba ya nadie que se preguntase a donde había ido. A lo mejor los del trabajo, pero tampoco tenía una relación tan estrecha con ellos como para que la comidilla de su desaparición durase más de unos días.
Se echó la mochila al hombro y empezó a caminar. Salió del motel. Ese era el primer paso. Respiró hondo. Salió del barrio que apenas le era familiar. Segundo paso. Este le fue más fácil. El pueblo no era muy grande, así que llegar al límite apenas le costó una hora y media de paseo tranquilo. Ante él, comenzaban las carreteras principales y las huertas. Paró a comer en un bar abarrotado, donde todo olía a sudor y a vejez. Es curioso el olor de la vejez, parece que te impregna el espíritu de tristeza y muerte. No lo juzguéis, también opinaba que había gente mayor que olía bien, pero este no era el caso. La comida era casera y grasienta. Justo lo que se merecía una persona que pensaba huir sin ningún tipo de destino. Probó la carne asada y al primer bocado volvió a plantearse la idea del suicidio.
El camino ante sus pies parecía interminable. Los días pasaban y sus pies se llenaban de ampollas a cada zancada. La tierra del camino embarraba su ropa, pero apenas le importaba. Lo único que ocupaba su mente era la paz que le daba caminar. Pronto dejó atrás los pueblos y ciudades grandes. Comenzó a transitar caminos que se alejaban de las carreteras generales, y empezó a adentrarse en el frondoso bosque.
La naturaleza le dio una tranquilidad de espíritu que jamás le había dado el contacto con seres humanos. De vez en cuando, algún conejo o alguna ardilla despistados se cruzaban en su camino. Le daban unos segundos de maravillosa compañía silenciosa.
El camino parecía interminable, pero empezó a comprender aquello que decían, que lo importante no es el destino, si no el camino que vas recorriendo para llegar hasta él. Lo cual le venía realmente de perlas, ya que él no tenía ningún objetivo claro. Solo andar, parar de vez en cuando a alimentarse, curarse las heridas que caminar le suponía.
De vez en cuando aparecía ante él un riachuelo o arroyo en el que lavar su ropa y asearse. Un par de veces acudió a algún pueblo o urbe para comprar algo de ropa nueva o calzado más cómodo para continuar su camino. Si, salvaje, pero bien equipado. No olvidemos que se trata de un chico civilizado. Aunque la gente que lo veía aparecer, con barba de semanas y ropa andrajosa, le seguía con la mirada por si se le ocurría cometer algún crimen o robo. Como curiosidad, siempre te sorprenderá la gente a pesar de la primera impresión que den. No es oro todo lo que reluce.
Una vez, se encontraba en un claro del bosque, buscando algunas bayas entre los arbustos, agachado y en silencio. De sopetón, un ciervo pequeño pasó cerca de él y se puso a comer unas briznas de hierva. Fue un encuentro mágico. Se dio cuenta de que aquel, era un momento único en la vida. Le daba miedo mover cualquier músculo. El más mínimo sonido podría alertar al animal de su presencia, y por nada del mundo querría espantarlo. Ese momento se podría comparar con el de ver la aurora boreal, sin lugar a dudas.
El ciervo levantó la cara paciente, sin prisa. Ya casi no quedaba hierva tierna que llevarse a la boca, pero eso no parecía interesarle. Sus ojos oscuros y grandes se clavaron en el chico. No se inmutó, pero obviamente tenía que verlo, pues le miraba fijamente a sus ojos verdes. Él sintió que le miraba directamente el alma, pero claro, en cualquier mundo civilizado eso habría sonado realmente estúpido.
Caminó unos pasos hacia el chico, que por fin movió los músculos. Soltó las bayas recogidas hacía un momento, como si se hubiera olvidado por completo de que allí estaban, y con sorpresa, esperó la reacción del ciervo, que parecía impasible ante la caída de los frutos. Se acercó tanto que el chico pudo sentir el aliento caliente del animal en su cara y observar perfectamente su morro oscuro y húmedo, por haber hurgado entre las hojas con rocío de la mañana.
Paró en seco y levantó la cabeza. De pronto se dio media vuelta y empezó a caminar tranquilamente. Giró la cabeza. Obviamente quería que él le siguiera. Era extraño pero así es como estaba aconteciendo. Se puso de pie y a caminar como si de una orden se tratase. El ciervo aumentó el paso. El chico le imitó. Sin bajar el buen ritmo, se adentraron más en el bosque, por lugares donde él dudaba que pudiera salir sin ayuda más tarde. Se le hizo largo el camino. Anduvieron un par de horas según sus cálculos, y después.
Nada.
¿NADA?
Si, nada. Perdió de vista al animal que le estaba siguiendo de guía. Se desvaneció entre las ramas y las hojas verdes. Se quedó desconcertado unos segundos. ¿De verás se había quedado sin su cuadrúpedo guía como por arte de magia?
Un sonido desvió sus pensamientos. Apagado, como si viniera de un sitio hueco, vacío, lejano. ¿Dónde se encontraba exactamente? En el corazón del bosque. ¿Y qué presumirías encontrar allí? Muchos árboles, hojas, animales, piedras. Él, además, encontró un pozo. El ciervo volvió unos segundos a su mente. A lo mejor su intención era guiarle hasta aquello.
Se acercó un poco. El pozo estaba bien metido entre la maleza, enredado entre flores y ramas. Un árbol había decidido crecer a su costa y se mezclaba la piedra.
Otra vez el sonido apagado.
Se acercó un poco más, con cautela. ¿Se atrevería a mirar dentro? Definitivamente no había llegado hasta allí para quedarse a unos pasos del misterioso pozo sin siquiera echar un breve vistazo. No sería muy inteligente.
Miró dentro. Agua. Agua tan clara y transparente como la de un manantial. Agua. Lo curioso es que daba la sensación de que se acercara el ocaso dentro, cuando hacía apenas tres horas que había amanecido.
Miró un poco más en profundidad y vio algo que le hizo caer de golpe al suelo. No vio su propio reflejo, como sería de esperar en un pozo con el agua tan clara y limpia. Descubrió el reflejo de otra persona. No le devolvió la mirada sus ojos verdes y su cabello rubio pajizo, largo, descuidado y con barba de varios meses. Ni siquiera podía distinguir la maleza que le rodeaba a su alrededor, en el interior de aquel pozo, llego de incógnitas.
Una chica le devolvió la mirada, curiosa. Su cabello era naranja, como el del sol de media tarde. Sus ojos verdes, pero no como los del chico, que eran verdes sin esperanzas, ni sueños ni felicidad. Estos, era tan verdes, como las hojas del bosque en primavera. Tan verdes como los campos cuando están floreciendo. Tan verdes como las más brillantes esmeraldas. Su piel era blanca como la nieve, en contraste con la piel castigada por el sol del chico, y sus labios, rojos como una apetitosa manzana, prometían bellas y dulces palabras sin apenas un gesto.
La chica le devolvió la mirada. Tampoco entendía muy bien qué estaba viendo exactamente, pero le dedicó una cándida e inocente sonrisa. Que sincera parecía desde allí. Un ser absolutamente angelical. De pronto el corazón le dio un vuelco. Sabía que necesitaba acercarse más a ella.
El chico le devolvió la sonrisa y sumó un saludo sencillo con la mano. Parecía muy lejana. La chica dijo algo, pero no pudo escucharla. El pozo le devolvía un sonido apagado por el agua. Se apoyó en el borde de piedra del pozo. La miró y volvió a sonreír. Ella hizo un gesto de disculpa. Volvió a sonreír ampliamente. A él le dio otro vuelco el corazón.
Ella le hizo un gesto de espera, levantando el dedo índice. Volvió a los pocos segundos con una hoja blanca escrita con un rotulador negro. No había apenas ondas en la superficie cristalina del pozo, así que puso leer perfectamente un "Hola, soy Lara", con una caligrafía exquisita. Todo en ella era muy bello, pensó el chico con un suspiro, incluso su escritura.
Buscó a su alrededor. Recordó el cuaderno y el bolígrafo que apenas había utilizado en su aventura. Rasgó una de las hojas y le escribió un mensaje a la bella mujer del pozo.
"Encantado, yo soy Víctor"
La chica se rió (seguro que tiene una risa muy hermosa) y le devolvió rápidamente el mensaje.
"Bonito nombre"
El chico se sentía extasiado. Comenzaron una conversación con mensajes cortos en hojas en blanco que duró apenas unos minutos, puesto que en el lado del pozo de Lara ya era de noche, cuando Víctor todavía no había llegado al medio día. El último mensaje que le escribió ella fue esperanzador.
"Nos veremos mañana otra vez"
Víctor se tumbó en la hierva con los mensajes escritos para Lara encima de él. Vida, alegría. Apenas unos minutos de una fantasiosa conversación a través de un extraño pozo, le había servido para ver lo maravillosa que es la vida. Ya no se sentía vacío, como había estado hasta ahora. Veía la vida a través de los ojos de la chica del pozo. Podía sentir su risa a pesar de no poder escucharla. Podía sentir sus manos blancas como la nieve escribiendo solo para él. Escribiendo que se verían de nuevo mañana. Ella quería volver al día siguiente, cuando hubiera luz, para hablar con él, a través de aquél pozo. ¿Y el pozo?
¿Y el pozo...?
Paró un segundo a tratar un tema evidente a primera vista. Lara y él no se encontrarían en el mismo mundo. Ni en el mismo universo. Al menos compartían idioma. Y se veían a través de un extraño y mágico portal a ese mundo. Hacía unos meses se encontraba en un profundo agujero de desesperación, y en pocos segundos, aquel instrumento poderoso le había devuelto a la vida. Se durmió con estos pensamientos en la cabeza.
Suspiros de cabellos anaranjados y ojos del color de las esmeraldas bailaron en su cabeza durante aquel perfecto sueño que pareció durar una vida entera.
Abrió los ojos de sopetón. Sonrió. Se incorporó y se asomó. Respiró aliviado. Allí estaba ella. Con los codos apoyados en la piedra esperándole a él con un "HOLA" escrito en una cartulina. Víctor agitó la mano a modo de saludo. Pensó que no podían pasarse la vida así, hablando a través de lugares extraños y papeles imposibles (imagínate la cantidad de notas que produciría, acabaría con el bosque entero en papeles) así que tomó la decisión más lógica. O no.
Tocó con las puntas de los dedos el agua clara. Fue una sensación normal cuando tocas agua. Húmeda, fría. Metió más la mano. Lara le miraba dubitativa. Pensó que era como cuando te tiras a una piscina, hay que hacerlo de golpe, si no, podría arrepentirse.
Su última mirada fue para aquel rostro angelical, que le miraba desde el otro lado, deseosa de que se reunieran. Metió todo su cuerpo, aguantando la respiración. La veía cerca, apenas tendría nada que nadar hacia abajo. O hacia arriba, según la perspectiva. Sus brazos se movían de forma enérgica para alcanzar el otro lado, para llevarle a su meta. Ahora sabía que todo lo que había hecho hasta ese momento le llevaba hasta Lara, pues el destino de la vida, la razón de nuestra existencia, no puede ser otra que la de el amor. El amor más puro, sincero y verdadero. Ahora, por fin, lo entendía.
Por una fracción de segundo pareció perder la consciencia. Sus músculos no le respondieron, su corazón y su mente se pararon. Pánico. Sintió frío, soledad. El instante pareció eterno. Unas manos blancas como la leche lo sacaron de allí, tirando con fuerza de él. Tomó una bocanada de aire como quién jamás ha probado algo riquísimo, con insistencia, con deseo, con ansia de querer más. Cuando hubo tomado todo el aire y expulsado todo el agua que a su cuerpo le pareció apropiado, dirigió su mirada a su salvadora.
Ahí estaba. Lara, perfecta. Antes de decir una palabra, acarició su mejilla con delicadeza y besó sus tiernos labios. Ella le devolvió el beso con mucha dulzura. Él podía percibir en su piel todo el amor que sentían el uno por el otro. Parecía increíble. La sensación fue como si una corriente eléctrica que solo ellos perciben, les recorriese cada centímetro de su cuerpo.
-Ya estás aquí.- Lara suspiró.
-Si.- Víctor no podía hacer otra cosa que sonreír.
-Cuanto tiempo esperando.
Víctor la miró frunciendo el ceño sin entender muy bien a lo que se refería. Se incorporó en aquel prado abierto. Ahora que tenía una vista en conjunto del otro lado, descubrió lo maravilloso que era, lo tranquilo y especial. Se sentía en un sitio conocido, aunque a la vez totalmente nuevo. Esa sensación, que debería reconfortarlo, le preocupó un poco.
-¿Tiempo? ¿A que te refieres?
Lara sonrió con su amplia sonrisa perfecta. Le cogió de la mano y caminaron apenas dos pasos hasta el pozo.
Miró hacia abajo.
Víctor se sintió horrorizado.
Nadie debería tener una visión tan espantosa como la que él tuvo en ese momento. Vio el otro lado, como había visto cuando hablaban él y Lara. Pero en el pozo, había algo. Algo que le era muy familiar. Se encontraba él mismo, allí. Flotando boca abajo, mirándole directamente con los ojos vacíos y sin vida. Ahogó un grito en su garganta. Miró a Lara sin entender.
-Te ha costado, pero al fin has dado el paso.
No sabía si se encontraba en el cielo o en el infierno, pero definitivamente, alguien le haría pagar por aquel paso adelante. Alguien, tal vez, con cabellos anaranjados y ojos de esmeralda.
El amor, nos hace cometer locuras, sin apenas darnos cuenta.


9/10/15

Suicidio nº 435

Peliculas para las cuales yo era muy pequeña, pero que me encantaban ( y me sigue encantando)

¡Disfrutadlas!

DENTRO DEL LABERINTO

EL JOVENCITO FRANKENSTEIN

STAR WARS

GREASE

LA PRINCESA PROMETIDA (mi favorita)

LOS CABALLEROS DE LA MESA CUADRADA



(De nada)

5/10/15

Suicidio nº 434

El amor a veces no tiene sentido
Pero sin él, nada lo tiene.

¿Irónico?

Más bien estúpido.
Hay quién dice que los enamorados se vuelven tontos.
Un poco si.

Pero mola.

2/10/15

Suicidio nº 433

Tranquilidad.

Respira hondo, tu puedes con todo.

No hay que obsesionarse, no hay que pensar mal ni en tonterías.

Es realmente muy difícil, pero hay que respirar, muy hondo.

Hay que dejar de pensar, y no obsesionarse con las cosas bobas.

Qué fácil es decirlo.

Ahí estás, pensando pensando y pensando.

Y nunca llegas a nada bueno.

Pensar en lo que pude ocurrir y no ocurre, pero que a veces ocurre.

Te vuelves realmente loca. Y no estas loca. Te vuelven loca.

Intentas no desconfiar, pero desconfías.

Porque nuestra naturaleza no obliga a desconfiar.

Igual que nos obliga a mentir

Respira hondo, realmente no pasa nada, son tonterías.

No te enfades, porque total, luego todo sale a la luz.

Y más vale no parecer una loca, ¿no?

¿O si?

BUF