29/5/16

Suicidio nº 488



Deseando volver pronto a los cielos.
Un pájaro no puede vivir eternamente en el suelo.




24/5/16

Suicidio nº 487

Los amantes del pozo
(Parte 3)

Abrió los ojos de sopetón. Sonrió. Se incorporó y se asomó. Respiró aliviado. Allí estaba ella. Con los codos apoyados en la piedra esperándole a él con un "HOLA" escrito en una cartulina. Víctor agitó la mano a modo de saludo. Pensó que no podían pasarse la vida así, hablando a través de lugares extraños y papeles imposibles (imagínate la cantidad de notas que produciría, acabaría con el bosque entero en papeles) así que tomó la decisión más lógica. O no.
Tocó con las puntas de los dedos el agua clara. Fue una sensación normal cuando tocas agua. Húmeda, fría. Metió más la mano. Lara le miraba dubitativa. Pensó que era como cuando te tiras a una piscina, hay que hacerlo de golpe, si no, podría arrepentirse.
Su última mirada fue para aquel rostro angelical, que le miraba desde el otro lado, deseosa de que se reunieran. Metió todo su cuerpo, aguantando la respiración. La veía cerca, apenas tendría nada que nadar hacia abajo. O hacia arriba, según la perspectiva. Sus brazos se movían de forma enérgica para alcanzar el otro lado, para llevarle a su meta. Ahora sabía que todo lo que había hecho hasta ese momento le llevaba hasta Lara, pues el destino de la vida, la razón de nuestra existencia, no puede ser otra que la de el amor. El amor más puro, sincero y verdadero. Ahora, por fin, lo entendía.
Por una fracción de segundo pareció perder la consciencia. Sus músculos no le respondieron, su corazón y su mente se pararon. Pánico. Sintió frío, soledad. El instante pareció eterno. Unas manos blancas como la leche lo sacaron de allí, tirando con fuerza de él. Tomó una bocanada de aire como quién jamás ha probado algo riquísimo, con insistencia, con deseo, con ansia de querer más. Cuando hubo tomado todo el aire y expulsado todo el agua que a su cuerpo le pareció apropiado, dirigió su mirada a su salvadora.
Ahí estaba. Lara, perfecta. Antes de decir una palabra, acarició su mejilla con delicadeza y besó sus tiernos labios. Ella le devolvió el beso con mucha dulzura. Él podía percibir en su piel todo el amor que sentían el uno por el otro. Parecía increíble. La sensación fue como si una corriente eléctrica que solo ellos perciben, les recorriese cada centímetro de su cuerpo.
-Ya estás aquí.- Lara suspiró.
-Si.- Víctor no podía hacer otra cosa que sonreír.
-Cuanto tiempo esperando.
Víctor la miró frunciendo el ceño sin entender muy bien a lo que se refería. Se incorporó en aquel prado abierto. Ahora que tenía una vista en conjunto del otro lado, descubrió lo maravilloso que era, lo tranquilo y especial. Se sentía en un sitio conocido, aunque a la vez totalmente nuevo. Esa sensación, que debería reconfortarlo, le preocupó un poco.
-¿Tiempo? ¿A que te refieres?
Lara sonrió con su amplia sonrisa perfecta. Le cogió de la mano y caminaron apenas dos pasos hasta el pozo.
Miró hacia abajo.
Víctor se sintió horrorizado.
Nadie debería tener una visión tan espantosa como la que él tuvo en ese momento. Vio el otro lado, como había visto cuando hablaban él y Lara. Pero en el pozo, había algo. Algo que le era muy familiar. Se encontraba él mismo, allí. Flotando boca abajo, mirándole directamente con los ojos vacíos y sin vida. Ahogó un grito en su garganta. Miró a Lara sin entender.
-Te ha costado, pero al fin has dado el paso.
No sabía si se encontraba en el cielo o en el infierno. Sin duda, sus pecados tendrían un castigo. No ahora, no en este lugar maravilloso, pero sentía en lo más profundo de su corazón, que no se merecía tantas cosas bellas, cuando había cometido malos actos en su existencia. Alguien tendría que actuar de juez, jurado y verdugo. Alguien, tal vez, con cabellos anaranjados y ojos de esmeralda.
El amor, nos hace cometer locuras, sin apenas darnos cuenta.

21/5/16

Suicidio nº 486

Los amantes del pozo
(Parte 2)

¿NADA?
Si, nada. Perdió de vista al animal que le estaba sirviendo de guía. Se desvaneció entre las ramas y las hojas verdes. Se quedó desconcertado unos segundos. ¿De verás se había quedado sin su cuadrúpedo guía como por arte de magia?
Un sonido desvió sus pensamientos. Apagado, como si viniera de un sitio hueco, vacío, lejano. ¿Dónde se encontraba exactamente? En el corazón del bosque. ¿Y qué presumirías encontrar allí? Muchos árboles, hojas, animales, piedras. Él, además, encontró un pozo. El ciervo volvió unos segundos a su mente. A lo mejor su intención era guiarle hasta aquello.
Se acercó un poco. El pozo estaba bien metido entre la maleza, enredado entre flores y ramas. Un árbol había decidido crecer a su costa y se mezclaba la piedra.
Otra vez el sonido apagado.
Se acercó un poco más, con cautela. ¿Se atrevería a mirar dentro? Definitivamente no había llegado hasta allí para quedarse a unos pasos del misterioso pozo sin siquiera echar un breve vistazo. No sería muy inteligente.
Miró dentro. Agua. Agua tan clara y transparente como la de un manantial. Agua. Lo curioso es que daba la sensación de que se acercara el ocaso dentro, cuando hacía apenas tres horas que había amanecido.
Miró un poco más en profundidad y vio algo que le hizo caer de golpe al suelo. No vio su propio reflejo, como sería de esperar en un pozo con el agua tan clara y limpia. Descubrió el reflejo de otra persona. No le devolvió la mirada sus ojos verdes y su cabello rubio pajizo, largo, descuidado y con barba de varios meses. Ni siquiera podía distinguir la maleza que le rodeaba a su alrededor, en el interior de aquel pozo, lleno de incógnitas.
Una chica le devolvió la mirada, curiosa. Su cabello era naranja, como el del sol de media tarde. Sus ojos verdes, pero no como los del chico, que eran verdes sin esperanzas, ni sueños ni felicidad. Éstos, eran tan verdes, como las hojas del bosque en primavera. Tan verdes como los campos cuando están floreciendo. Tan verdes como las más brillantes esmeraldas. Su piel era blanca como la nieve, en contraste con la piel castigada por el sol del chico, y sus labios, rojos como una apetitosa manzana, prometían bellas y dulces palabras sin apenas un gesto.
La chica le devolvió la mirada. Tampoco entendía muy bien qué estaba viendo exactamente, pero le dedicó una cándida e inocente sonrisa. Que sincera parecía desde allí. Un ser absolutamente angelical. De pronto el corazón le dio un vuelco. Sabía que necesitaba acercarse más a ella.
El chico le devolvió la sonrisa y sumó un saludo sencillo con la mano. Parecía muy lejana. La chica dijo algo, pero no pudo escucharla. El pozo le devolvía un sonido apagado por el agua. Se apoyó en el borde de piedra del pozo. La miró y volvió a sonreír. Ella hizo un gesto de disculpa. Volvió a sonreír ampliamente. A él le dio otro vuelco el corazón.
Ella le hizo un gesto de espera, levantando el dedo índice. Volvió a los pocos segundos con una hoja blanca escrita con un rotulador negro. No había apenas ondas en la superficie cristalina del pozo, así que puso leer perfectamente un "Hola, soy Lara", con una caligrafía exquisita. Todo en ella era muy bello, pensó el chico con un suspiro, incluso su escritura.
Buscó a su alrededor. Recordó el cuaderno y el bolígrafo que apenas había utilizado en su aventura. Rasgó una de las hojas y le escribió un mensaje a la bella mujer del pozo.
"Encantado, yo soy Víctor"
La chica se rió (seguro que tiene una risa muy hermosa) y le devolvió rápidamente el mensaje.
"Bonito nombre"
El chico se sentía extasiado. Comenzaron una conversación con mensajes cortos en hojas en blanco que duró apenas unos minutos, puesto que en el lado del pozo de Lara ya era de noche, cuando Víctor todavía no había llegado al medio día. El último mensaje que le escribió ella fue esperanzador.
"Nos veremos mañana otra vez"
Víctor se tumbó en la hierba con los mensajes escritos para Lara encima de él. Vida, alegría. Apenas unos minutos de una fantasiosa conversación a través de un extraño pozo, le había servido para ver lo maravillosa que es la vida. Ya no se sentía vacío, como había estado hasta ahora. Veía la vida a través de los ojos de la chica del pozo. Podía sentir su risa a pesar de no poder escucharla. Podía sentir sus manos blancas como la nieve escribiendo solo para él. Escribiendo que se verían de nuevo mañana. Ella quería volver al día siguiente, cuando hubiera luz, para hablar con él, a través de aquél pozo. ¿Y el pozo?
¿Y el pozo...?
Paró un segundo a tratar un tema evidente a primera vista. Lara y él no se encontrarían en el mismo mundo. Ni en el mismo universo. Al menos compartían idioma. Y se veían a través de un extraño y mágico portal a ese mundo. Hacía unos meses se encontraba en un profundo agujero de desesperación, y en pocos segundos, aquel instrumento poderoso le había devuelto a la vida. Se durmió con estos pensamientos en la cabeza.
Suspiros de cabellos anaranjados y ojos del color de las esmeraldas bailaron en su cabeza durante aquel perfecto sueño que pareció durar una vida entera.

16/5/16

Suicidio nº 485

Los amantes del pozo
(PARTE 1)

Se encontraba en una encrucijada en la vida. No sabía si suicidarse o simplemente desaparecer del mundo, porque total, a nadie le importaba su existencia. Era una decisión complicada que sin duda le acarreaba muchas dudas morales. Quitarse la vida no era lo más conveniente, pues no podría seguir adelante con su existencia, y claro, eso era un obstáculo viese por donde se viese. Siempre podría hacer una maleta modesta con sus pertenencias más importantes y caminar hacia un destino incierto. Total, siempre podría matarse más adelante.
La maleta apenas era una mochila liviana. El chico miró el interior indiferente. Las gafas de vista, la cartera y una pequeña libreta en blanco con un bolígrafo. Una muda limpia, como siempre le recomendaba su madre, y un reloj sumergible. El reloj no era un regalo ¿Quién le iba a regalar algo a él? Nadie.
Se puso a meditar. A nadie le importaba que se fuera. No quedaba ya nadie que se preguntase a donde había ido. A lo mejor los del trabajo, pero tampoco tenía una relación tan estrecha con ellos como para que la comidilla de su desaparición durase más de unos días.
Se echó la mochila al hombro y empezó a caminar. Salió del motel. Ese era el primer paso. Respiró hondo. Salió del barrio que apenas le era familiar. Segundo paso. Este le fue más fácil. El pueblo no era muy grande, así que llegar al límite apenas le costó una hora y media de paseo tranquilo. Ante él, comenzaban las carreteras principales y las huertas. Paró a comer en un bar abarrotado, donde todo olía a sudor y a vejez. Es curioso el olor de la vejez, parece que te impregna el espíritu de tristeza y muerte. No lo juzguéis, también opinaba que había gente mayor que olía bien, pero este no era el caso. La comida era casera y grasienta. Justo lo que se merecía una persona que pensaba huir sin ningún tipo de destino. Probó la carne asada y al primer bocado volvió a plantearse la idea del suicidio.
El camino ante sus pies parecía interminable. Los días pasaban y sus pies se llenaban de ampollas a cada zancada. La tierra del camino embarraba su ropa, pero apenas le importaba. Lo único que ocupaba su mente era la paz que le daba caminar. Pronto dejó atrás los pueblos y ciudades grandes. Comenzó a transitar caminos que se alejaban de las carreteras generales, y empezó a adentrarse en el frondoso bosque.
La naturaleza le dio una tranquilidad de espíritu que jamás le había dado el contacto con seres humanos. De vez en cuando, algún conejo o alguna ardilla despistados se cruzaban en su camino. Le daban unos segundos de maravillosa compañía silenciosa.
El camino parecía interminable, pero empezó a comprender aquello que decían, que lo importante no es el destino, si no el camino que vas recorriendo para llegar hasta él. Esto le venía realmente de perlas, ya que él no tenía ningún objetivo claro. Solo andar, parar de vez en cuando a alimentarse, curarse las heridas que caminar le suponía.
De vez en cuando aparecía ante él un riachuelo o arroyo en el que lavar su ropa y asearse. Un par de veces acudió a algún pueblo o urbe para comprar algo de ropa nueva o calzado más cómodo para continuar su camino. Si, salvaje, pero bien equipado. No olvidemos que se trata de un chico civilizado. Aunque la gente que lo veía aparecer, con barba de semanas y ropa andrajosa, le seguía con la mirada por si se le ocurría cometer algún crimen o robo. Como curiosidad, siempre te sorprenderá la gente a pesar de la primera impresión que den. No es oro todo lo que reluce.
Una vez, se encontraba en un claro del bosque, buscando algunas bayas entre los arbustos, agachado y en silencio. De sopetón, un ciervo pequeño pasó cerca de él y se puso a comer unas briznas de hierba. Fue un encuentro mágico. Se dio cuenta de que aquel, era un momento único en la vida. Le daba miedo mover cualquier músculo. El más mínimo sonido podría alertar al animal de su presencia, y por nada del mundo querría espantarlo. Ese momento se podría comparar con el de ver la aurora boreal, sin lugar a dudas.
El ciervo levantó la cara paciente, sin prisa. Ya casi no quedaba hierba tierna que llevarse a la boca, pero eso no parecía interesarle. Sus ojos oscuros y grandes se clavaron en el chico. No se inmutó, pero obviamente tenía que verlo, pues le miraba fijamente a sus ojos verdes. Él sintió que le miraba directamente el alma, pero claro, en cualquier mundo civilizado eso habría sonado realmente estúpido.
Caminó unos pasos hacia el chico, que por fin movió los músculos. Soltó las bayas recogidas hacía un momento, como si se hubiera olvidado por completo de que allí estaban, y con sorpresa, esperó la reacción del ciervo, que parecía impasible ante la caída de los frutos. Se acercó tanto que el chico pudo sentir el aliento caliente del animal en su cara y observar perfectamente su morro oscuro y húmedo, por haber hurgado entre las hojas con rocío de la mañana.
Paró en seco y levantó la cabeza. De pronto se dio media vuelta y empezó a caminar tranquilamente. Giró la cabeza. Obviamente quería que él le siguiera. Era extraño pero así es como estaba aconteciendo. Se puso de pie y a caminar como si de una orden se tratase. El ciervo aumentó el paso. El chico le imitó. Sin bajar el buen ritmo, se adentraron más en el bosque, por lugares donde él dudaba que pudiera salir sin ayuda más tarde. Se le hizo largo el camino. Anduvieron un par de horas según sus cálculos, y después.
Nada.

10/5/16

Suicidio nº 484

Coge la luna

Sueña alto, sube la escalera. Te llevará hasta la luna. No tengas miedo de caerte, es parte del aprendizaje, si no hay error, no hay acierto, Sube un escalón, aunque sea solo uno al día. Nada se consigue sin esfuerzo. Ya casi alcanzas la luna y parece más lejana que nunca, no te desanimes, el cansancio no debe restarte las ganas. Aunque sea duro, aunque parezca inalcanzable, está hecho para ti, cógelo. Es tu premio por tu esfuerzo, apreciarás esto más que nada en el mundo. No tengas miedo, y coge la luna con las dos manos.

6/5/16

Suicidio nº 483

HARRY DRESDEN

Estoy bastante disgustada con un tema en particular, y sería agradable compartirlo, para que no me estalle la cabeza.

Ya he hablado en alguna otra entrada de mi blog de la serie de libros de "Harry Dresden", escritos por Jim Butcher. Se trata de unos libros acerca de un mago que vive en Chicago, se enfrenta a toda clase de criaturas y además colabora con la policía, en las investigaciones que nadie parece comprender.

Engancha realmente, a toda persona que le he dejado los libros, le han encantado. Hasta hace tres años, salían regularmente las traducciones en español de los libros, por la editorial Fábrica de ideas, pero hace tres años dejaron de publicar traducciones. En inglés hay 16 libros. En español solo se ha traducido hasta el 10, y ha sido un duro golpe para mi por lo menos, ya que se trata de una de mis series de libros favoritas.

Entiendo que habrá sido un desacuerdo con la editorial de estados unidos, pero es muy injusto que a los fans nos dejen a mitad, con una serie maravillosa, solo porque no es best seller y no se ha puesto de moda, no siguen haciendo traducciones, y es una lástima. Tendremos que conformarnos con las ediciones en inglés, pero como toda buena fan, me encantaría poder terminar mi colección.

http://www.jim-butcher.com/books/dresden

Aquí la página del autor

Estoy MUY disgustada con este tema, y me gustaría que hubeira más fans de Harry Dresden que pudiera entenderme, porque es una verdadera lástima que nos dejen así...


1/5/16

Suicidio nº 482

MIEDO, TERROR

Lo malo del miedo, es que permanece siempre en nuestros corazones. Escondido, en un rincón oscuro y feo. Puedes ser feliz, y tener siempre presente algo que te aterra. No puedes superarlo, no puedes hablar de ello, simplemente, un día sale desbocado, sin querer, de tus labios, de tu corazón, porque vive ahí, amarrado a lo más oscuro de tu ser.

Miedo de la pérdida. Miedo del desamparo. Miedo de la soledad. Que dura es la soledad. No sabemos vivir solos, pues no nos sentimos completos. En un sentimiento realmente contradictorio, pues somos seres complejos y completos. Pero aún así, necesitamos de gente a nuestro alrededor que nos ayude a superar el día a día.

Y nos da pánico, quedarnos solos. Que estupidez, pero que cotidiano. Lo que deberíamos hacer es respirar hondo, sentir, pensar, y no hacer ni decir estupideces.

Suena fácil, ¿no? Ponlo en práctica. te va a costar un poco más. Además, los seres humanos somos de decir cosas sin pensar en las consecuencias. En un instante nos da igual y al siguiente, es lo más importante que hemos hecho en todo el día.

A nivel personal, me da pánico la pérdida. Me da pánico la soledad. Y por desgracia, en esta vida es una constante, así que, debemos aprender a caminar por el mundo a solas, a sentirnos completos, para poder tener a alguien a nuestro lado, que nos acompañe en la vida, no que nos complete. No debería ser necesario, pienso yo.

Me voy por las ramas. Sentir miedo es humano, pero hay que saber gestionarlo.