(Parte 2)
¿NADA?
Si,
nada. Perdió de vista al animal que le estaba sirviendo de guía. Se
desvaneció entre las ramas y las hojas verdes. Se quedó
desconcertado unos segundos. ¿De verás se había quedado sin su
cuadrúpedo guía como por arte de magia?
Un
sonido desvió sus pensamientos. Apagado, como si viniera de un sitio
hueco, vacío, lejano. ¿Dónde se encontraba exactamente? En el
corazón del bosque. ¿Y qué presumirías encontrar allí? Muchos
árboles, hojas, animales, piedras. Él, además, encontró un pozo.
El ciervo volvió unos segundos a su mente. A lo mejor su intención
era guiarle hasta aquello.
Se
acercó un poco. El pozo estaba bien metido entre la maleza, enredado
entre flores y ramas.
Un árbol había decidido crecer a su costa y se mezclaba la piedra.
Otra
vez el sonido apagado.
Se
acercó un poco más, con cautela. ¿Se atrevería a mirar dentro?
Definitivamente no había llegado hasta allí para quedarse a unos
pasos del misterioso pozo sin siquiera echar un breve vistazo. No
sería muy inteligente.
Miró
dentro. Agua. Agua tan clara y transparente como la de un manantial.
Agua. Lo curioso es que daba la sensación de que se acercara el
ocaso dentro, cuando hacía apenas tres horas que había amanecido.
Miró
un poco más en profundidad y vio algo que le hizo caer de golpe al
suelo. No vio su propio reflejo, como sería de esperar en un pozo
con el agua tan clara y limpia. Descubrió el reflejo de otra
persona. No le devolvió la mirada sus ojos verdes y su cabello rubio
pajizo, largo, descuidado y con barba de varios meses. Ni siquiera
podía distinguir la maleza que le rodeaba a su alrededor, en el
interior de aquel pozo, lleno de incógnitas.
Una
chica le devolvió la mirada, curiosa. Su cabello era naranja, como
el del sol de media tarde. Sus ojos verdes, pero no como los del
chico, que eran verdes sin esperanzas, ni sueños ni felicidad. Éstos, eran tan verdes, como las hojas del bosque en primavera. Tan
verdes como los campos cuando están floreciendo. Tan verdes como las
más brillantes esmeraldas. Su piel era blanca como la nieve, en
contraste con la piel castigada por el sol del chico, y sus labios,
rojos como una apetitosa manzana, prometían bellas y dulces palabras
sin apenas un gesto.
La
chica le devolvió la mirada. Tampoco entendía muy bien qué estaba
viendo exactamente, pero le dedicó una cándida e inocente sonrisa.
Que sincera parecía desde allí. Un ser absolutamente angelical. De
pronto el corazón le dio un vuelco. Sabía que necesitaba acercarse
más a ella.
El
chico le devolvió la sonrisa y sumó un saludo sencillo con la mano.
Parecía muy lejana. La chica dijo algo, pero no pudo escucharla. El
pozo le devolvía un sonido apagado por el agua. Se apoyó en el
borde de piedra del pozo. La miró y volvió a sonreír. Ella hizo un
gesto de disculpa. Volvió a sonreír ampliamente. A él le dio otro
vuelco el corazón.
Ella
le hizo un gesto de espera, levantando el dedo índice. Volvió a los
pocos segundos con una hoja blanca escrita con un rotulador negro. No
había apenas ondas en la superficie cristalina del pozo, así que
puso leer perfectamente un "Hola, soy Lara", con una
caligrafía exquisita. Todo en ella era muy bello, pensó el chico
con un suspiro, incluso su escritura.
Buscó
a su alrededor. Recordó el cuaderno y el bolígrafo que apenas había
utilizado en su aventura. Rasgó una de las hojas y le escribió un
mensaje a la bella mujer del pozo.
"Encantado,
yo soy Víctor"
La
chica se rió (seguro que tiene una risa muy hermosa) y le devolvió
rápidamente el mensaje.
"Bonito
nombre"
El
chico se sentía extasiado. Comenzaron una conversación con mensajes
cortos en hojas en blanco que duró apenas unos minutos, puesto que
en el lado del pozo de Lara ya era de noche, cuando Víctor todavía
no había llegado al medio día. El último mensaje que le escribió
ella fue esperanzador.
"Nos
veremos mañana otra vez"
Víctor
se tumbó en la hierba con los mensajes escritos para Lara encima de
él. Vida, alegría. Apenas unos minutos de una fantasiosa
conversación a través de un extraño pozo, le había servido para
ver lo maravillosa que es la vida. Ya no se sentía vacío, como
había estado hasta ahora. Veía la vida a través de los ojos de la
chica del pozo. Podía sentir su risa a pesar de no poder escucharla.
Podía sentir sus manos blancas como la nieve escribiendo solo para
él. Escribiendo que se verían de nuevo mañana. Ella quería volver
al día siguiente, cuando hubiera luz, para hablar con él, a través
de aquél pozo. ¿Y el pozo?
¿Y
el pozo...?
Paró
un segundo a tratar un tema evidente a primera vista. Lara y él no
se encontrarían en el mismo mundo. Ni en el mismo universo. Al menos
compartían idioma. Y se veían a través de un extraño y mágico
portal a ese mundo. Hacía unos meses se encontraba en un profundo
agujero de desesperación, y en pocos segundos, aquel instrumento
poderoso le había devuelto a la vida. Se durmió con estos
pensamientos en la cabeza.
Suspiros
de cabellos anaranjados y ojos del color de las esmeraldas bailaron
en su cabeza durante aquel perfecto sueño que pareció durar una
vida entera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario