Ahora, simplemente, imaginatelo.
Un espacio grande, muy grande, una casa en medio de un verde jardín, con las ventanas y la puerta de entrada en azul celeste, y unas montañas recortando su postal por detrás. Por la puerta principal, si te sientas en el porche, puedes llegar a ver el mar, porque está solo a unos pasos. De hecho, al terminar el jardín, empieza ya la arena. En el césped húmedo, puedes tumbarte a leer, bajo la copa de los árboles, que con sus copas sinuosas te arropan durante el día para que el sol no queme tu piel.
Imagínate que entras. Todas las paredes blancas, luminosas y el suelo de parque brillante, marrón claro. Es una casa preciosa, pero está vacía. No hay ni una mesa, ni un colchón, ni nada. Parece nueva pero está vedaderamente desierta. Sube las escaleras. Esas, las que están a tu derecha. Cada escalón suela fuerte bajo tus zapatos. El pasamanos brilla, con un reflejo dorado exquisito. Todo huele a madera y a mar.
Ves a la habitación del fondo. Esa será nuestra habitación, donde dormiremos todas las noches ¿Lo ves? Pondremos una enorme cama con dosel. Amarás dormir mirando el mar en nuestra terraza cada noche, respirando sal, brisa, vida.
Ahora, asómate a la terraza. Todas estas vistas merecen el esfuerzo de una vida junto ¿No?
Simplemente, Imagínatelo.
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