11/10/14

Suicidio nº 356

Los días como hoy son los días en los que me doy cuenta de que soy una persona afortunada y a veces no lo agradezco lo suficiente al mundo. Ahora, cuando estamos tristes, no dejamos títere con cabeza y todo el mundo debe enterarse de las desgracias que nos pasan. Yo soy una persona así, por desgracia. Y cuando a otra persona le pasan desgracias y no lo extereoriza todo lo que yo lo haría, me quedo muda. Dios, Soy realmente exagerada. Por ello creo que cuando soy feliz también debería gritarlo. Por eso de estar nivelado y coordinado.

LA HISTORIA DE COMO LA FELICIDAD CAYÓ DE REPENTE EN SU VIDA.

El silencio era parte de su vida cotidiana, no admirada el ruido, ni de la calle ni de las personas. Le gustaba el silencio. Así que aquella noche se sentía absolutamente agobiada. El ruido de la música, de la gente de las risas. Todo era agobiante. La gente se divertía, bailaba, tomaban copas. Tenían la felicidad del que entra en un año nuevo, donde todo puede ser maravilloso y nuevo, donde el año anterior, con sus tristezas y sus miedos, queda en un segundo plano y solo está la perspectiva de empezar de cero. Observa desde un lado una mirada inquieta. Una sonrisa en la cara y una sombra en la mirada. Le crea algunas dudas, pero pronto desvía la mirada hacia otro sitio. Apenas ocupa un segundo en su cabeza, pero el recuerdo de esa mirada queda grabado en su corazón. Finalmente es inaguantable.

Sale a tomar aire. Unas bocanadas de frío aire de fin de año, junto con el humo de quién sale también a respirar, pero otra clase de aire. Solo una persona está respirando a su lado. Otra vez esa mirada. En un segundo, esos ojos castaños con un matiz que le sorprende. Ve un dolor desconocido, que cambia poco a poco a una incipiente curiosidad, y un pequeño atisbo de luz. Quién podía imaginar que esa luz la generaba que ella misma le estuviera devolviendo la mirada con esos ojos rojos por el cansancio y verdes de nacimiento. La sonrisa de ella se tornó nerviosa. Como cuando no sabes donde esconderte. Solos ante la puerta de la falsa alegría. La conversación comienza como sin querer, como si se conociesen de toda la vida, fluida, sencilla, sin ningún tipo de doble ni extraña intención, solo por la curiosidad de conocer a aquella persona que se encuentra detrás de tan enigmática mirada.

Ella no puede más que sorprenderse. A cada palabra los ojos de él son más brillantes. La alegría le va ganando camino a la tristeza. No hay tristeza que cien años dure, se suele decir. La conversación no quiere terminar nunca. Olvidan la fiesta, olvidan la falsa alegría de empezar otra vez. Solo están ellos. Terminan de hablar con la promesa de volverse a ver. Sin otra idea en la mente que la de indagar en la otra persona, en conocerla, en saber más, en llegar hasta el fondo de ese misterio envuelto en una bella mirada.

Él se alejó con una sonrisa sincera y un número de teléfono en el bolsillo. Ella se quedó pensando en que aquel momento era mucho mejor que el silencio a solas, Ambos encendieron aquella noche, sin saberlo, una pequeña vela en su interior, que calentaría su alma y sus pensamientos. No tenían ni idea hasta que punto aquella vela se convertiría en un fuego candente, de vida y alegría. No tenían ni idea de que acababan de cruzar unas palabras con su alma gemela.

Quién me lo iba a decir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sólo tienes que fijarte a tu alrededor, dejar al menos la puerta entornada, no es fácil lo sabes. Pero al final si dejas una pequeña rendija todo vuelve a ser mejor, incluso que antes de esos recuerdos que tanto te entristecen.
¡No cierres a cal y canto, espera!