La fiebre de amar no es pasajera, no dura tres días de subida y tres de bajada, como la de un resfriado.
Es una fiebre que viene acompañada de palpitaciones, de mariposas en el estómago y de diversas sensaciones bien conocidas, como orejas rojas, sudores fríos, temblores... es diferente síntoma para diferente persona.
No es una enfermedad simple. Todo lo contrario, muchos expertos no sabrían decir todo lo que conlleva. Cuando es una enfermedad correspondida, se contagian las cosas buenas. Cuando no es correspondido, acaba en corazón partido seguro.
Hay que amar sin miedo, pues aunque nos quedemos con el corazón agujereado, otra persona vendrá, y nos parcheará con su propio corazón a modo de cura. Eso es maravilloso.
Estamos siempre todos un poco enfermos de amor.
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