4/5/11

Suicidio nº 104


Todo era frío y oscuro. La oscuridad es aquella enemiga silenciosa que nos atemoriza con su presencia, que nos envuelve en ella, juega con nosotros, con nuestros sentidos, tocamos, olemos, cosas que no podemos ver, y eso nos vuelve locos. La humedad que se apoderaba de cada poro de su piel, haciendo que miles de gotas frías fuesen resbalando por su cuerpo, para que tiritase, era partícipe de aquel miedo. Pero sobre todo, lo que le daba miedo es no saber. No saber qué hacía ahí, qué estaba ocurriendo, que pasaba, o quién era, que sin duda, era lo más desconcertante. Intentó moverse. Primero las puntas de los dedos. Nada, no respondían. Otra vez. Ahora sí, empezó a  sentir como lentamente sus yemas tocaban la arenilla del suelo. Sus pulmones se llenaron con brusquedad de aire, y notaba, la fiereza con la que su pecho se movía, arriba y abajo.
Había alguien a su lado. Se alertó a sí misma, intentó gritar, moverse, pero lo único que consiguió fue toser, y apretar sus puños contra el suelo, mientras la persona que estaba a su lado le arrancaba algo que ella llevaba colgado al cuello. Después. Pasos… Más pasos. Y de nuevo el silencio.
Se fue. Menos frío, menos tiritar, pero  ahora notaba un calor penetrante que le golpeaba una y otra vez en la sien. Acercó poco a poco su mano, hasta la cabeza… el cabello largo, lacio y despeinado iba enroscándose en sus finas manos, hasta que finalmente notó algo húmedo, pegajoso. Temió que fuese sangre, y apartó la mano lo más deprisa que pudo. Su corazón se aceleró junto a su respiración. Tragó saliva con fuerza para mantener la calma. Todavía le llevó un rato poder empezar a pestañear, y abrir de par en par sus ojos. Había oscuridad ante ella, lo cual no era nada tranquilizador, pero un brillo inusual parecía emanar del suelo. Sus ojos permanecieron abiertos, miro su mano. Era algo oscuro lo que la cubría, así que probablemente si, la sangre era lo que estaba sobre su cabeza. Su propia sangre, pues así se lo confirmaba el pulso que notaba, y el dolor punzante que poco a poco iba apareciendo, mientras su consciencia iba en aumento.
Pronto, el brillo del suelo tomó forma. Una pequeña laguna se abría ante sus ojos. Era negra, o ese efecto daba ante tal oscuridad, y casi no se movía la superficie ni un ápice. Entonces ¿De dónde provenía aquel brillo? Del propio agua no, seguro, no se movía, y en el ambiente no había luz alguna. Giró su cuerpo con dificultad, hasta quedar boca arriba, con ayuda de sus manos y sus rodillas. El pelo le quedó por la cara, y pudo ver unas pequeñas luces moviéndose a toda prisa, y haciendo un ruidito como de cascabeles a su alrededor. Parecía haberse puesto nervioso con el movimiento de la chica. Pronto a los cascabeles le acompañaron unos susurros inquietantes, pero ella no podía más, y en cuestión de minutos, volvió a perder el conocimiento.
Sumiendose en un sueño entre doloroso y reparador pensó ¿Qué será de mi?

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