Cuando el mar roza mi piel, millones de sentimientos recorren mi espíritu, que termina por suspirar. Vuelta a casa, pienso en silencio.
Te dejas llevar, te dejas hundir, arrastrar, siempre con cuidado, pues el mar es un amante peligroso. Hay que amarlo y respetarlo a la par. Sentirse unida a él pero sabiendo que en algún momento lo tienes que dejar ir, pues es salvaje, libre e infinito.
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