9/1/14

Suicidio n 298

Si no se puede ver.

Sira jugaba en el desvan muy a menudo, con lo cual allí ya se encontraban todas sus muñecas favoritas esperandole cuando llegó. Estaba Annie la sirena, la muñeca Sal, el pony de color canela y el unicornio arcoiris. Aunque el desvan estaba oscuro y lleno de telarañas, Sira no tenía miedo. Era una niña muy valiente y le gustaba la tranquilidad y seguridad que el desvan proporcionaba. Allí no existían ni los gritos ni los golpes, todos sus amigos de trapo sonreian todo el tiempo. Eso era lo que más le gustaba y lo que más envidiaba de las muñecas, siempre estaban felices. Le gustaría ser tan feliz como ellas para pasarse el día devolviendo sonrisas.

El juego comenzó como cualquier otro. Está vez Annie la sirena fue la encargada de enjugar sus lágrimas, antes de dar paso al mundo mágico donde ella y Sal vivían. En aquel mundo todo era amor. Sal la muñeca cuidaba del unicornio arcoiris y le daba abrazos y besos todo el tiempo. El unicornio cuidaba de ella y la protegia de los oscuros peligros de aquel lugar donde Sira les tenía encerrados. El pony de color canela vivía para servir y amar a Annie, y los cuatro juntos eran el mejor equipo y la mejor familia que nadie en el mundo pudiera desear.

De nuevo, los gritos entraron en el mundo real de Sira, que se escondió en el rincón más oscuro que pudo encontrar. No pensaba que la buscarán a ella, jamás la habrían buscado allí por ningún motivo. Pero deseaba esconderse de la tristeza, del dolor, del llanto. Abrazo a sus muñecas, deseando que se la llevarán con ellos a aquel lugar mágico donde todo el mundo vivía feliz. Pero de sueños no se vive.

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