25/1/12

Suicidio nº 142

LA HORA DE LA MUERTE

Cuando has escapado tantas veces a la muerte como yo, en el último suspiro de tu vida la recibes no como alguien a quien hay que temer, si no como a una inevitable vieja amiga.
La primera vez que burlé a la muerte tenía sólo cuatro años. Iba caminando tranquilamente por el jardín trasero de mi casa, cogiendo uno u otro juguete que había desparramado previamente. Cayó del cielo algo curo como una roca y un poco más grande que un puño, que mi hermana había lanzado desde su habitación Resultó ser un inofensivo joyero, que para alguien de mi edad, y en el cráneo, fue como un proyectil. A la muerte le di mucha pena, pues era muy pequeño, y salí ileso.
La segunda vez, ya tenía veintidós años. Estaba sirviendo en la mili, en un barco, y había dejado a mi novia Marie embarazada. Sólo podía pensar en la alegría de mi vuelta cuando mi pequeño o mi pequeña ya me saludase y pudiese abrazarlo, pero pronto dejé la felicidad a un lado, cuando sin previo aviso, mi barco se tumbó en el mar y nos dejó a cuatro personas flotando en alta mar,d e los doscientos que nos embarcamos en aquel barco. poco a poco, mis compañeros fueron muriendo, era inevitable. Yo continuaba con la imagen de mi bebé en la cabeza y aquello me mantuvo con vida y curdo. Cuando vino la muerte a recogerme lloré, supliqué y le describí lo maravilloso que sería abrazar a mi pequeño. La muerte volvió a apiadarse de mi y un barco pesquero me vio en alta mar y me recogió.
Ahora, a los setenta y dos y toda una vida ya pasada, no temía por mi o por los míos. Sólo me disgustaba tener que dejar a mi Marie sola, pero sabía que nunca lo estaría. Tenemos seis nietos y cuatro hijos maravillosos.
Ven muerte, puedes recogerme.

No hay comentarios: