16/5/12

Suicidio nº 168

Tiza

El patio estaba repleto, los niños corrían sin ton ni son de un lado a otro. Solo Micaela, sentada sobre un bordillo, se encontraba estática en mitad de aquel jaleo.Una profesora, con zapatos baratos y paso militar, cruzó el patio y sin fijar la vista en la niña, pasó por su lado, moviendo la chaqueta de punto de un lado a otro. De un bolsillo cayó una tiza al suelo. Micaela la miró con los ojos muy abiertos, nadie más parecía haberse dado cuenta de la tiza huérfana, con lo cual, cogió aquel trozo y lo sostuvo delante de sus ojos grandes y marrones. Se apartó el pelo de la cara con la otra mano y se humedeció los labios con la lengua. Aquello le daba una nueva perspectiva de todo ¿Qué podría hacer? Era una tiza grande, con lo cual podría encerrar muchas cosas maravillosas en su interior. Nadie la mirada, nadie, en todo el patio, en todos los días de su existencia como escolar que había pasado sentada en un bordillo del patio. Nadie, hasta que comenzó a usar el suelo como un gran lienzo. De su mano surgió en primer lugar un loro increíble, con las plumas largas, después, surgió un enorme y temible pirada. Los niños ya no corrían tan deprisa, pues nadie se atrevía a pisar el dibujo de Micaela. Cuando le dejaron más espacio, comenzó con el barco pirata, que ocupaba un cuarto del patio. Todos estaban boquiabiertos, nadie le decía nada, incluso los profesores, que tenían una política estricta sobre no pintar el suelo del patio, estabas paralizados. Algunos incluso se rascaban la cabeza o se tapaban la boca de asombro. El barco, con sus cañones, sus velas y su bandera pirata era magnífico. Micaela aún sabía que la tiza albergaba grandes maravillas, con lo que empezó a dibujar un torreón que ocupaba la mitad del patio, y una princesa con cabellos largos esperaba en la ventana a que el caballero la rescatase. No se hizo esperar mucho, el caballero, con su caballo, aparecieron pronto cerca del torreón, con un ramo enorme de flores. Le sucedieron un astronauta, una bailarina y un hombre tocando la guitarra española. La tiza parecía no acabarse nunca, al igual que la imaginación de la niña. Todos, en el patio,s e habían subido a clase para poder admirar desde las ventanas del edificio la obra de arte increíble con la que Micaela les había deleitado. Solo la niña estaba en el patio, ultimando los detalles. 
Unas gotas de lluvia empezaron a surgir de repente, sin llamar la atención. Algunos profesores sacaron raudos la cámara de fotos para que aquel mural nos e perdiera, los niños más pequeños se estaban dando cuenta, y comenzaban a llorar, los mayores gritaban de rabia diciendo que no era justo que aquello terminase de esa forma. La lluvia se hizo más fuerte y Micaela corrió a ocultarse dentro del colegio. Todos los niños querían bajar para decirle a Micaela cuanto se lamentaban por que su obra de arte hubiese desaparecido. Micaela les miró sin entender con aquellos grandes ojos marrones.
-La tiza siempre acaba por desaparecer. Lo maravilloso es que aún hay cientos de tizas esperando sacar de dentro de ellas cosas que no podemos ni imaginarnos.
Los niños se quedaron callados, pero los profesores reflexionaron ante aquellas palabras.

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