Reseña de Brida


Es fácil es sencillo, no es en absoluto complicado. Puedo, debería, debo. Da tanto miedo. Miedo miedo, asustada. No se que hacer. Manos atadas. Asustada, sin voz, silenciosa. Miedo a dar un paso, a caminar. Susto. No debería estarlo, la verdad ¿No? No, debería estar en paz, tranquilidad. Pero no, es tranquilidad. O si. No no, miedo, pánico. Miedo al fracaso, al abandono, a la pérdida. Al fracaso en esencia. Fracaso perdida, miedo. Otra vez estoy asustada. No quiero dar el paso yo, porque me llevo siempre la misma decepción. Mejor estar callada. Muy callada. En silencio. No digas nada. Aguantate. Cállate. En silencio.
Si no se puede ver.
Sira jugaba en el desvan muy a menudo, con lo cual allí ya se encontraban todas sus muñecas favoritas esperandole cuando llegó. Estaba Annie la sirena, la muñeca Sal, el pony de color canela y el unicornio arcoiris. Aunque el desvan estaba oscuro y lleno de telarañas, Sira no tenía miedo. Era una niña muy valiente y le gustaba la tranquilidad y seguridad que el desvan proporcionaba. Allí no existían ni los gritos ni los golpes, todos sus amigos de trapo sonreian todo el tiempo. Eso era lo que más le gustaba y lo que más envidiaba de las muñecas, siempre estaban felices. Le gustaría ser tan feliz como ellas para pasarse el día devolviendo sonrisas.
El juego comenzó como cualquier otro. Está vez Annie la sirena fue la encargada de enjugar sus lágrimas, antes de dar paso al mundo mágico donde ella y Sal vivían. En aquel mundo todo era amor. Sal la muñeca cuidaba del unicornio arcoiris y le daba abrazos y besos todo el tiempo. El unicornio cuidaba de ella y la protegia de los oscuros peligros de aquel lugar donde Sira les tenía encerrados. El pony de color canela vivía para servir y amar a Annie, y los cuatro juntos eran el mejor equipo y la mejor familia que nadie en el mundo pudiera desear.
De nuevo, los gritos entraron en el mundo real de Sira, que se escondió en el rincón más oscuro que pudo encontrar. No pensaba que la buscarán a ella, jamás la habrían buscado allí por ningún motivo. Pero deseaba esconderse de la tristeza, del dolor, del llanto. Abrazo a sus muñecas, deseando que se la llevarán con ellos a aquel lugar mágico donde todo el mundo vivía feliz. Pero de sueños no se vive.
El hecho de ser una princesa
Empecemos por el principio. Como la película de la princesita reza, todas las mujeres somos princesas. El problema es, ¿Cuando empieza esto? ¿nacemos ya como princesas o es una transformación que va ocurriendo poco a poco?
Parece una estupidez, parece una idea de adolescente o incluso de niña pequeña, pero es un rallo de luz para cualquier mujer. Ser princesa debe ser algo con lo que se nace, sale del corazón. Ser princesa es ser bella por dentro por fuera, sale del alma, ves que ocurre de repente, te levantas, te miras al espejo y te sube la autoestima pensar que eres única, que eres especial. Que aquello que haces, que puedes ofrecerle al mundo, sólo puedes hacerlo tu. Cada palabra que dejas en este mundo no es en vano. Alguien le presta atención, para alguien tiene un significado. Ser princesa de tu vida, poder realizar tus sueños porque está en tu mano y en la de nadie más. Cambiar el mundo con lo que haces y dices. Dejar tu huella.
Las princesas en los cuentos son doncellas que necesitan continuamente ser rescatadas, siempre están en peligro. Un dragón, una bruja malvada... pero la princesa del mundo moderno puede con todo. Es valiente, decidida, dueña de su propio destino. Es bella sin querer, porque siempre hay un alguien especial para ella, y que no es para nadie más. Lucha sus propias batallas y mata a los monstruos de su vida sin que un caballero interceda.
Está bien eso de ser princesa. Todas las mujeres somos princesas. Sólo tienes que sentirlo y puf, se hace realidad.